Ahí está. Cada tarde. Cada vez que necesito dormir. Cada vez que me apetece estudiar sin ponerme los tapones. Todas esas veces, hace acto de presencia: el frigorífico. Más concretamente, su zumbido asqueroso, eterno, incesante y diría que hasta maloliente, y eso que, hasta la fecha, un zumbido no huele a nada. ¡Pero cómo lo odio!
Es parte de mi vida estudiantil, y es que en la resi donde vivo tenemos un pequeño frigo en la habitación...y lo dicho: ¿Que necesito dormir porque al día siguiente las prácticas me esperan temprano? ¡Zumba! ¿Que mi concentración es pésima y desaparece ante el mínimo sonido? ¡Zumba!
Así que sí, lo odio. A pesar de que me refresque de vez en cuando con agua helada. A pesar de que gracias a él haya coca cola fría que me despegue de los brazos de Morfeo en esa hora crítica que es la sobremesa...
PD. Justifico esta desaparición repentina y extensa con eso que llaman "evaluación continua". Tengo muuuucho que contar, escribir, pensar, reflexionar; pero poco a poco, que junio, a pesar de la susodicha, viene cargadito...